jueves, 19 de febrero de 2015

LA SALIDA AL MAR PARA BOLIVIA.

     En la época de los Incas, el Imperio constaba de parte
de las actuales naciones:   Perú, Bolivia, que abarcaban casi
todo el territorio; Colombia, Ecuador, Chile y Argentina (en
menor proporción).

     Luego de la Conquista, los hispanos consolidaron en
una sola gran nación la mayoría de esos territorios y  la
denominaron el Virreynato del Perú.

    Así tenemos que la Audiencia de Quito, la de Charcas
y la Capitanía General de Chile, formaban parte de este
inmenso territorio. Muchos de los ciudadanos que vivieron
por más de 300 años en esas localidades, pertenecían todos
al Virreynato del Perú, por lo tanto tenían la misma
nacionalidad.

    Fue la Emancipación la que nos dividió, pese a las buenas
intenciones de los libertadores. Hubo incluso un proyecto de
unir todo Sudamérica eligiendo a un Inca como gobernante
supremo.

     Chile, dependía mucho de su comercio con el Perú. Estas
dos naciones eran no solamente hermanas, sino eran una sola
nación.
      Nuestro Libertador Ramón Castilla, quien también liberó a
los negros y eliminó el tributo indígena, nació y murió en Tarapacá,
hoy territorio chileno, además de haber estudiado en Concepción -
Chile y su padre era argentino.

El Libertador Bernardo O'Higgins, quien había nacido en
Chillán,  Chile, vivió y murió en Lima, Perú.

      El Libertador José de La Mar, nació en Cuenca, Ecuador
y fue Presidente del Perú, con nacionalidad peruana declarada
por el Congreso.

      Al dividirse el territorio del Virreynato Peruano, la
Audiencia de Charcas, pasó a llamarse República de Bolivia y
la Capitanía General de Chile, República de Chile.

      Cuando se dividieron los territorios, Bolivia llegó a tener
acceso al mar, por su territorio de Antofagasta, Mejillones y
otras localidades que lamentablemente perdió en la Guerra del
Pacífico entre Perú y Chile, en la que Bolivia intervino al principio.

      Perú también perdió territorios al sur que actualmente
pertenecen a Chile, entre ellos, el territorio de Tarapacá y las
ciudades de Iquique y Arica.

      Si bien el Perú perdió esa importante localidad y con ella
su riqueza en salitre, un abono mineral de mucha demanda en el
siglo antepasado, la peor parte la llevó Bolivia.

      De haber sido un territorio con mar soberano, pasó a ser un
lugar enclavado en los Andes, sin puertos propios en el Pacífico,
sin mar ni la riqueza del mismo.  Asimismo, en los territorios que
perdió la nación hermana, posteriormente se descubrieron inmensos
yacimientos de cobre, que son en la actualidad, la principal riqueza
de Chile.
 
     Bolivia siempre ambicionó quedarse con Arica que era territorio
peruano y que luego de haberse firmado los acuerdos de 1929, pasó
a ser territorio chileno, mientras que Chile, devolvió la ciudad heroica
de Tacna, la cual efectivamente se reintegró al territorio peruano.

    Por ese tratado, Chile, no puede ceder territorios en Arica a
ninguna nación extranjera, sin llegar a un acuerdo previo con el Perú.

    Los chilenos, en lugar de ofrecerles el territorio que ellos
conquistaron de los bolivianos, o sea: Antofagasta o Mejillones, todo
el tiempo les han ofrecido una parte del puerto de Arica, a sabiendas
que ese ofrecimiento no sería bien visto por el Perú.

    A Bolivia no le interesa que le devuelvan lo que no les perteneció, lo
que ellos quieren es tener una salida al mar soberana, la cual se le debe
otorgar, pero en el territorio que perdieron en la Guerra de 1879.

    La salida al mar para Bolivia, debe ser por el puerto de Antofagasta
y no por Arica, a no ser que Chile acepte la propuesta que hizo el
Perú en la época del Gobierno Revolucionario, de un territorio compartido
por las tres naciones en Arica, con salida al mar soberana de Bolivia.

   Es hora de que los bolivianos recuperen su mar perdido y que los
chilenos accedan a darles una salida soberana al Pacífico, llegando a un
acuerdo con el Perú, si insisten en ceder parte del antiguo territorio
peruano en Arica.

    San Borja, 19 de febrero del 2015.

EMILIO ULISES ROBLES HORA.  

martes, 17 de febrero de 2015

EL HABLAR POCO.

      En la Biblia aparece un proverbio que dice que alguien
que habla poco, es dado por sabio.  Aunque yo agregaría
que si no habla nada, será tomado por cretino.

       ¿Quiénes son los que mandan? No son acaso aquellos
que son los más parlanchines. En el Perú, hemos sido
gobernados por un Presidente que habla y habla y no deja de
hablar y que según algunos tiene un ego colosal...

       Recuerdo que una vez, cuando estudiaba en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, un compañero que se sentaba
a mi lado y que suponíamos era una persona callada y poco
comunicativa, en una Asamblea en nuestro Salón, abrió su
boca para expresarse con un verbo florido, tan florido, que al
poco tiempo ya era dirigente universitario.  Y como todos
sabemos los dirigentes siempre pasaban de curso y de ciclo, aún
si no los veíamos estudiar ni concurrir a clases casi nunca.

      En Secundaria teníamos un compañero de clases, célebre
porque cuando hablaba le salían "gallos", es decir, una forma
de hablar con un sonido grave, masculino, que terminaba en
un cantito o silbido que daba risa.

      Una vez, el profesor pidió que saliera un voluntario a leer
un relato de nuestro poeta universal César Vallejo, el cuento:
"Paco Yunque". Todos al unísono pronunciamos el nombre de
nuestro compañero "galloso", el profesor que no sabía el por
qué de ese clamor, llamó al alumno y lo hizo leer. Nos causó
tanta risa, que el profesor inmediatamente lo hizo sentarse y
él mismo empezó a leer, con un dejo andino que sonaba más
o menos así: "Pacu Yunque, le dijo Pacu Fariña"  y entonces
el divertimento fue completo, nos reímos como nunca ese día.

     Algunos no hablaban porque tal vez, no les habían enseñado
a pronunciar bien las palabras o porque al cambiar la voz en la
adolescencia, les salían gallos.  Otros, quizá, por temor a olvidarse
parte del discurso. Lo cierto es que de niños y jóvenes, muchos
hablábamos poco en público, aunque particularmente y con nuestros
amigos lo hiciéramos muy locuazmente.

    Recuerdo el sufrimiento de la mayoría de nosotros, cuando
los sacerdotes nos hicieron un almuerzo de despedida, y dijeron
que uno de nosotros se dirigiera al público para agradecer a
nombre de la Promoción.

    Yo temía que me señalaran, porque como era el Periodista,
seguramente pensarían que fuera el más indicado, pero para mi
salvación, fue nuestro Presidente, hoy Ingeniero Civil a cargo de
una Empresa, quien tomó la palabra.

    Pero con el tiempo, los jóvenes nos han terminado por
condenar al silencio.  Aquí donde vivo, todo el día ven televisión
y mis sobrinos prefieren hablar con cualquiera, menos conmigo.

    Cuando les busco la conversación me contestan con monosílabos:
Si, Ya, No, o tal vez con palabras escuetas como: Estoy bien,
Buenos días, hasta luego y después, o buscamos con quien hablar
o nos dedicamos a escribir.

     Ellos en cambio, se comunican con sus amigos o entre ellos
mismos y no paran de hablar hasta las 5 de la mañana todos los
días...

      Y eso no sólo pasa en este lugar. En otros sitios, el papá o
la mamá, se dedican a ver la televisión todo el día, como aquí,
en que yo me he sentado de espaldas al televisor para dar un
significado evidente a que la televisión basura solo sirve para darle
la espalda, aunque sus ruidos me maltraten, mientras estoy en el
primer piso.

     Cuando subo a mi habitación cojo el control remoto y luego
de pasar de uno a otro canal, sin encontrar ningún programa
regular y ante tanta mala noticia, sólo me queda apagarlo y
trasladar mi afición de televidente, a espectador de películas
que ya vi un montón de veces.  El otro día estuve buscando
"La Pantera Rosa ataca de nuevo" para reírme un poco con
la escena de Peter Sellers disfrazado de dentista, pero la había
prestado y no pude darme ese gusto, aunque hoy veré otro
capitulo del Super Agente 86 en una versión conseguida en
algún lugar de Lima en donde venden cosas viejas.

    Aunque estoy extrañando mis películas italianas que debo
haber prestado o regalado, iré a "Polvos Azules", un Mercadillo
popular de Lima, a comprar algunas películas de Totó,  de
Ugo Tognazzi o Vittorio Gassman, aunque buscaré también
las que dirigió Giusseppe Tornatore (Cinema Paradiso ó Baaría).

    Antes, los viejos conversaban entre sí y condenaban a los
niños o jóvenes a ir a dormir o a otro sitio para que no interrumpan
a los mayores, hoy los jóvenes se toman el privilegio de conversar
entre ellos y enviar a ver televisión a los viejos...

    Como en la película: "El rey de los hippies" que al final, los
jóvenes enviaban a campos de concentración a los antiguos para
que les dieran una droga (LSD), mientras ellos dirigían los destinos
de la nación.

     En otras palabras, el hablar poco, ya no es una utopía o un
buen proverbio de la Biblia. Gracias a la televisión y a Internet,
los adultos mayores, terminarán siendo mudos.

     San Borja, 17 de febrero del 2015.