Cuando empecé a trabajar en una Compañía de Aviación, me enteré a los pocos días que debería cumplir tres meses para quedarme como empleado estable. Privilegio de la estabilidad laboral, promulgada en la época del General Velasco y que no ha sido igualado hasta la fecha. Mi tía Elena me contaba que en anteriores oportunidades los dueños de las empresas botaban a los trabajadores a su libre albedrío, sin ningún respaldo para el empleado u obrero que no le cayera bien a los dueños o empresarios, o también a los jefes de las reparticiones públicas... En aquella época se imponía la sobonería en sus formas más humillantes, que después fueron caricaturizadas en un programa cómico con el célebre personaje de "Felpudini", el adulón predilecto del "Jefecito".
A los sobones no solían botarlos muy a menudo, porque a los jefes les gustaba y les gusta que les pasen la escobilla y además, aquéllos, tenían la costumbre adicional de ser soplones...
Si bien la estabilidad laboral no garantizaba al trabajador un empleo para toda la vida, por lo menos era un freno para el abuso y la intolerancia de los patrones o dueños de las empresas...
Sin embargo, tanta fue la grita de este sector, que en el nefasto gobierno del "chino" (aquél que se quedó 10 años y es responsable de tantos desatinos y robos en la administración pública) fue derogada esta disposición.
Al poco tiempo de lograda mi estabilidad laboral, me informaron que podía sindicalizarme. Yo no procedí inmediatamente a hacerlo, tanto por mi inexperiencia en el sindicalismo, como por la fama de problemáticos que solían tener los sindicalistas.
De todas maneras, al poco tiempo, me sindicalicé. Y la mala fama del Sindicato, no era tal. El Sindicato de Empleados actuaba de buena fe, tratando de mantener la estabilidad de nuestro centro de trabajo y no como solían decir... Muy por el contrario, ellos tratarían de conservar su centro de labores.
Además, la Compañía misma se manejaba con un criterio de participación de los trabajadores en cuanto a la atención al público, puesto que semanalmente se hacían reuniones de coordinación. Algo nunca visto en empresas similares.
En aquellas reuniones se solían sortear pasajes entre los empleados...
En los casi 20 años que laboré en dicha Compañía no hubo paralizaciones muy significativas, salvo la última que ocurrió en los últimos 5 años antes de salir de ella, cuando yo no formaba parte de la Junta Directiva del Sindicato.
Yo nunca pensé que podría llegar a ser dirigente sindical, tanto por mi inexperiencia en el rubro, cuanto por la no pertenencia a ningún partido político que se disputara el Sindicato...
Aunque, gracias a un sueño que tuve, algo inexplicable (soñé que un amigo mío que trabajaba en la Compañía de Aviación, salía elegido Secretario General ) y digo inexplicable porque Guillermo, se distinguía por no ser precisamente un político o un orador consumado, como los había en las diferentes secciones de la empresa. Me pareció gracioso el sueño y empecé a hacerle bromas a mi amigo y también paisano, acerca de su participación en las elecciones y mi sorpresa sería mayor cuando él efectivamente postuló y me solicitó que lo acompañara en su lista.
Acepté y quedamos terceros, después de las dos listas que siempre se disputaban el Sindicato. Yo me encargué de la labor de prensa y propaganda e hice algunos comunicados importantes que fueron muy bien comentados.
Al siguiente año, mi amigo Guillermo me solicitó que lo acompañara nuevamente en su postulación. Le dije que no iría esta vez porque había escrito en contra de los dirigentes que se eternizaban en el poder. Él insistió. Me dijo que podría viajar por el país las veces que deseara, le respondí, que ya tenía los pasajes y podía irme cuando quisiera, sin necesidad de ser dirigente sindical.
Y él, como diría "El Padrino", me hizo una oferta que difícilmente rehusaría: "Si salimos elegidos pediré para tí, licencia sindical y no tendrás que ver a tu Jefe, mientras seas dirigente".
Como quiera que Guillermo se había enterado de la hostilidad manifiesta de ese Jefe, el ofrecimiento me caía como anillo al dedo. Acepté inmediatamente.
Salimos elegidos después de haber hecho una lista integrada por todas las tendencias políticas que había en la empresa.
E inmediatamente el Secretario General, cursó una carta a la empresa para solicitar mi licencia sindical y así fue que me dediqué íntegramente al servicio del Sindicato.
Yo era el Secretario de Organización.
Fui reelecto y el tercer año, me ofrecieron la Secretaría de Prensa y Propaganda.
En los años que estuve en el Sindicato, conocí a un dirigente que tenía el verbo encendido y que arrastraba a las masas, aunque también tenía sus detractores, primero había sido obrero y luego lo habían promovido a empleado.
Realmente no se sabe si lo habían promovido porque es tradicional en el Perú, que se aumente más a los obreros que a los empleados...
Este dirigente tenía la peculiaridad de ser muy gracioso. Casi siempre nos divertía con sus chistes, bromas, chascarrillos, en fin, era entretenido hablar con él, pero cuando iba a la discusión sindical se defendía como un felino. Uno de los empresarios me dijo: "Pablo es inteligente y hábil porque tiene algo de blanco..."
Era alguien oriundo de la serranía del Perú, de esa sierra del norte, ubicada en el mismo departamento en el cual nací, La Libertad.
Uno de sus chistes célebres, que ya lo he relatado en mi novela "Municipillo" fue aquel de calificar a los viejitos del coro polifónico de la Compañía, como unos "viejitos que cantan por hambre"...
Recuerdo que una vez estaba redactando un comunicado de prensa en el que les decía de todo a los empresarios y a la mitad del escrito me acordé de su chiste y lo incluí...
Al poco tiempo uno de los ejecutivos de la empresa me preguntó: ¿Quién ha escrito ese comunicado? Yo le respondí: -Acaso no ha leído, dice: el Sindicato. El ejecutivo insistió: -No, porque ahí hay un humor muy fino. Y yo le dije, bueno y qué tanto si yo lo he escrito...
El empresario me dijo que al leer el comunicado, todos los gerentes se habían matado de la risa.
Fue el efecto que quise causar, porque al reírse se les pasó la cólera y se olvidaron de todo lo que les decía...
Yo interpretaba el sentir del Sindicato luego de escuchar las diversas propuestas y afirmaciones de los dirigentes, escribía los comunicados. Como solía decir el Secretario General, adivinaste mis pensamientos, me quitaste la palabra de la boca, etc.
Debo decir que nos llevábamos muy bien, a pesar del manifiesto deseo de no acompañarlos en los brindis. Unas dos o tres veces me hicieron tomar, en sendas reuniones. Yo era de la idea que el dinero de los sindicalizados no se debía dilapidar en borracheras, que a decir verdad, nunca las hubo. Más gastaba la empresa en los festejos del aniversario de la Compañía que los dirigentes en sus reuniones.
Una vez, cuando estábamos en plena asamblea de todos los sindicalizados, un afiliado nos acusó de ser demasiado ingenuos y creer en todos los ofrecimientos de la empresa. Yo tomé el micrófono y le repuse que no siempre creíamos en tales ofertas, pero que en algunas ocasiones sí les creíamos, como cuando nos ofrecieron festejar el aniversario de la empresa con un arroz con huevo y eso fue lo que les dieron de comer el día de ayer... Un día antes, la Compañía festejó pomposamente su aniversario y les sirvió arroz con frijoles y todos estaban descontentos... Cuando yo les recordé aquello, se echaron a reír...
Desde ese momento, no quisieron darme el micro para que yo hable, como si sólo unos cuantos pudieran ser amenos y tuviesen el derecho exclusivo de dirigirse a la masa.
Yo no insistí en reclamar el micrófono. Fue privilegio de ellos...Los dueños de la pelota de siempre...
Es bueno también pensar que los sindicatos no son sólo entidades destinadas a velar por el cumplimiento de los pactos sindicales y presentar los pliegos de reclamos, sino que además, si conservan el sentido del humor y lo administran bien, pueden llegar a mejores arreglos.
Una vez fuimos a una reunión y yo les reclamé el hecho de que no hicieran ningún festejo navideño ni siquiera obsequiaran panetones. Entonces ellos ofrecieron una función para los hijos de los trabajadores con la asistencia de Yola Polastri y su grupo.
Cierto, que a la salida de la reunión, casi todos los dirigentes me llamaron la atención por solicitar algo más que el Pliego de Reclamos, me dijeron que sólo deberíamos limitarnos al Pliego de Reclamos y no pedir más. Como sea, ese año los hijos de los trabajadores y empleados tuvieron una bonita función. Y al poco tiempo nos repartieron panetones... Como nunca más volvió a ocurrir.
En el tercer año de mi intervención sindical, el médico de la empresa me llamó la atención:
-Usted está mal de la presión, si sigue en el Sindicato, morirá antes de tiempo, debe renunciar.
Yo ya lo había pensado.
Pero, regresarme a ser hostilizado por el mismo Jefe, era algo más insoportable.
La empresa me había ofrecido por intermedio de un amigo que en paz descanse, una Jefatura en mi área. Y eran dos circunstancias: O aceptaba la Jefatura y me libraba de ese Jefe,
o quedaba como un líder indiscutible que nunca aceptó nada de la empresa, aunque su salud se desmejorara.
Como quiera que había renunciado a mi condición de dirigente sindical, acepté la Jefatura y nunca más me volvieron a elegir ni a postular, pero fui uno de los primeros en ser semi-despedido de la empresa, por haber sido dirigente sindical. Yo me despedí de la Compañía sin esperar que me echen. Cuando le comuniqué a un amigo de Informática que era quien coordinaba las acciones de esa área con la División en la cual trabajaba, el señor Añaños, me dijo: -¡Cómo! Si tú eres el único que aporta ideas en esa área. Bueno, le dije, no voy a permitir que me insulten con una carta en la que me dicen que debo irme a mi casa hasta nuevo aviso, porque: "solamente se quedará el personal eficiente y necesario". -Necesario no es nadie, pero yo nunca fui ineficiente en esta compañía, así que me voy.
Y así fue, me despedí de la Compañía solitario, sin ningún amigo que me dijera algunas palabras de aliento, era el nuevo apestado y salvo el señor Añaños, nadie me dio una despedida, ni me dijo ninguna palabra amistosa... No voy a decir que trabajé por el bienestar de los empleados, porque no soy yo quien debe decirlo, sino ellos mismos. Lo único que me queda es la satisfacción de haberlos servido durante todo el tiempo de mi desempeño sindical y me queda el grato recuerdo de su agradecimiento expresado en aquella época. Algunos de ellos ya fallecidos como el amigo Leyva de Pinturas y otros...
A los pocos años quebró la empresa y les dejaron de pagar sus indemnizaciones y su sueldo por dos años, a los compañeros que se quedaron, sin que nadie de los diversos gobiernos que se sucedieron indagaran qué hicieron con las propiedades de la empresa, que en buena cuenta les pertenece a esos trabajadores impagos, ni exigieran pagarles a los compañeros impagos, pese a que la Ley de Quiebras establece que los primeros en ser indemnizados son los trabajadores...
Un triste final para una Compañía de Aviación que era una de las 10 compañías de aviación, más antiguas del mundo.
San Borja, 10 de febrero del 2,012.
EMILIO ULISES ROBLES HORA.
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