martes, 22 de mayo de 2012

Y PERDÓNANOS NUESTRAS OFENSAS...

Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden...
Dice la oración más célebre del Cristianismo, aquella que nos fue enseñada por nuestro señor Jesucristo...
Pero en realidad cumplimos con lo que rezamos, o sólo lo decimos por decir...
La verdad es que nadie cumple este mandato. Porque es muy difícil de cumplir, casi imposible.
Alguien dice, yo perdono pero no olvido. Lo que al final quiere decir que no perdona a nadie, nada.
Y cuando ofendemos a alguien, el ofendido nos odiará por el resto de sus días y aunque diga de la boca para afuera que nos perdona, nunca lo hará realmente.
El hecho que la persona ofendida, se aparte del ofensor para siempre o por un tiempo o simplemente, lo ignore, ya es un hecho demostrativo de que no hubo perdón, ni lo habrá...
Por eso yo suelo recomendar a quienes son mis amigos o están cerca a mí, que es preferible no ofender a nadie, para no tener que humillarse después, con pedir el perdón que nunca se lo concederán...
Yo recuerdo que una vez en el Colegio, sin quererlo ofendí a un compañero de clases, remedándolo y en cierta forma ridiculizándolo, al pedirle perdón 50 años después, el ex-alumno, me dijo que no se acordaba de mí. O sea que no sólo no me perdonó, sino que me borró de su memoria.
Luego existe la venganza...
Uno de mis libros predilectos es: "El Conde de Montecristo", la historia de un marinero que es calumniado y enviado a prisión al Castillo de If. Sus enemigos no sólo se quedan con su puesto (le tocaba ser capitán de un navío), sino le quitan hasta su novia. El marinero preso, se hace amigo de un sacerdote (el abate Faría) quien le da los datos fidedignos para hallar un tesoro. Cuando se escapa de la prisión se apropia del tesoro y luego de volverse inmensamente rico, compra un título nobiliario (el Conde de Montecristo) y regresa a tomar venganza de quienes le hicieron tanto daño.
Esta historia sin la venganza de Montecristo, sería una historia insulsa o común.
El hecho de haberse vengado, hace de "El Conde de Montecristo", una historia interesante.
¿Quién no ha sentido el deseo de vengarse cuando alguien le hizo algo malo o lo ofendió?
Yo recuerdo cuando trabajaba en una Compañía de Aviación, muchas veces fui ofendido de palabra por algunos de mis compañeros de trabajo y cuando pasó el tiempo y llegué a ser dirigente sindical, mi venganza consistió en hacerles un bien a quienes me habían ofendido. Cualquiera diría es una venganza sin sentido. Y yo les replicaría, que el hecho de sentir al enemigo como si fuese un gusano, después de las ofensas proferidas, al saberse beneficiado por quien en algún momento haya sido objeto de su mala acción, ya en sí es una venganza... Como se suele decir, la venganza es dulce...
Pero reflexionemos en el pedido casi imposible de cumplir, que nos recomienda Jesucristo: Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. Querría decir que Dios no nos perdonaría nunca, si no cumplimos con su premisa de hacerlo primero nosotros, con nuestros ofensores... Y al final, nadie será perdonado...

San Borja, 22 de mayo del 2,012.

EMILIO ULISES ROBLES HORA
    

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