martes, 17 de febrero de 2015

EL HABLAR POCO.

      En la Biblia aparece un proverbio que dice que alguien
que habla poco, es dado por sabio.  Aunque yo agregaría
que si no habla nada, será tomado por cretino.

       ¿Quiénes son los que mandan? No son acaso aquellos
que son los más parlanchines. En el Perú, hemos sido
gobernados por un Presidente que habla y habla y no deja de
hablar y que según algunos tiene un ego colosal...

       Recuerdo que una vez, cuando estudiaba en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, un compañero que se sentaba
a mi lado y que suponíamos era una persona callada y poco
comunicativa, en una Asamblea en nuestro Salón, abrió su
boca para expresarse con un verbo florido, tan florido, que al
poco tiempo ya era dirigente universitario.  Y como todos
sabemos los dirigentes siempre pasaban de curso y de ciclo, aún
si no los veíamos estudiar ni concurrir a clases casi nunca.

      En Secundaria teníamos un compañero de clases, célebre
porque cuando hablaba le salían "gallos", es decir, una forma
de hablar con un sonido grave, masculino, que terminaba en
un cantito o silbido que daba risa.

      Una vez, el profesor pidió que saliera un voluntario a leer
un relato de nuestro poeta universal César Vallejo, el cuento:
"Paco Yunque". Todos al unísono pronunciamos el nombre de
nuestro compañero "galloso", el profesor que no sabía el por
qué de ese clamor, llamó al alumno y lo hizo leer. Nos causó
tanta risa, que el profesor inmediatamente lo hizo sentarse y
él mismo empezó a leer, con un dejo andino que sonaba más
o menos así: "Pacu Yunque, le dijo Pacu Fariña"  y entonces
el divertimento fue completo, nos reímos como nunca ese día.

     Algunos no hablaban porque tal vez, no les habían enseñado
a pronunciar bien las palabras o porque al cambiar la voz en la
adolescencia, les salían gallos.  Otros, quizá, por temor a olvidarse
parte del discurso. Lo cierto es que de niños y jóvenes, muchos
hablábamos poco en público, aunque particularmente y con nuestros
amigos lo hiciéramos muy locuazmente.

    Recuerdo el sufrimiento de la mayoría de nosotros, cuando
los sacerdotes nos hicieron un almuerzo de despedida, y dijeron
que uno de nosotros se dirigiera al público para agradecer a
nombre de la Promoción.

    Yo temía que me señalaran, porque como era el Periodista,
seguramente pensarían que fuera el más indicado, pero para mi
salvación, fue nuestro Presidente, hoy Ingeniero Civil a cargo de
una Empresa, quien tomó la palabra.

    Pero con el tiempo, los jóvenes nos han terminado por
condenar al silencio.  Aquí donde vivo, todo el día ven televisión
y mis sobrinos prefieren hablar con cualquiera, menos conmigo.

    Cuando les busco la conversación me contestan con monosílabos:
Si, Ya, No, o tal vez con palabras escuetas como: Estoy bien,
Buenos días, hasta luego y después, o buscamos con quien hablar
o nos dedicamos a escribir.

     Ellos en cambio, se comunican con sus amigos o entre ellos
mismos y no paran de hablar hasta las 5 de la mañana todos los
días...

      Y eso no sólo pasa en este lugar. En otros sitios, el papá o
la mamá, se dedican a ver la televisión todo el día, como aquí,
en que yo me he sentado de espaldas al televisor para dar un
significado evidente a que la televisión basura solo sirve para darle
la espalda, aunque sus ruidos me maltraten, mientras estoy en el
primer piso.

     Cuando subo a mi habitación cojo el control remoto y luego
de pasar de uno a otro canal, sin encontrar ningún programa
regular y ante tanta mala noticia, sólo me queda apagarlo y
trasladar mi afición de televidente, a espectador de películas
que ya vi un montón de veces.  El otro día estuve buscando
"La Pantera Rosa ataca de nuevo" para reírme un poco con
la escena de Peter Sellers disfrazado de dentista, pero la había
prestado y no pude darme ese gusto, aunque hoy veré otro
capitulo del Super Agente 86 en una versión conseguida en
algún lugar de Lima en donde venden cosas viejas.

    Aunque estoy extrañando mis películas italianas que debo
haber prestado o regalado, iré a "Polvos Azules", un Mercadillo
popular de Lima, a comprar algunas películas de Totó,  de
Ugo Tognazzi o Vittorio Gassman, aunque buscaré también
las que dirigió Giusseppe Tornatore (Cinema Paradiso ó Baaría).

    Antes, los viejos conversaban entre sí y condenaban a los
niños o jóvenes a ir a dormir o a otro sitio para que no interrumpan
a los mayores, hoy los jóvenes se toman el privilegio de conversar
entre ellos y enviar a ver televisión a los viejos...

    Como en la película: "El rey de los hippies" que al final, los
jóvenes enviaban a campos de concentración a los antiguos para
que les dieran una droga (LSD), mientras ellos dirigían los destinos
de la nación.

     En otras palabras, el hablar poco, ya no es una utopía o un
buen proverbio de la Biblia. Gracias a la televisión y a Internet,
los adultos mayores, terminarán siendo mudos.

     San Borja, 17 de febrero del 2015.

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