sábado, 22 de octubre de 2016

EL ESCRITORIO.




                                                   Emilio Ulises Robles Hora, el autor del
                                                 blog y de este artículo con su máquina de
                                                 escribir "Royal" y al lado de su escritorio.
                                                  Año 1966.
                                                                                     


   Ahora que no tenemos un escritorio en una oficina ni estatal
ni privada, nos acordamos de la primera vez que tuvimos uno.

   Antes cuando un joven terminaba la secundaria y no tenía
ninguna preparación, debía aceptar cualquier trabajo que se
le presentara.  Los más comunes eran los de portapliegos   o
conserjes; vendedores y auxiliares de las oficinas del Estado.

    Ahora, con el progreso económico de la Nación y el aumento
notorio de la delincuencia, la ocupación más generalizada es
la de vigilante o guachimán.

    Mi tía abuela, quien era la encargada de guiarme en mi niñez
y juventud me preguntó qué es lo que pensaba hacer cuando
terminara mi educación secundaria y yo le respondí que solo
me quedaba trabajar, como mis hermanas.  La tía me sugirió
que aprendiera mecanografía, indispensable para acceder a
un trabajo de oficina.  Ella me pagó los estudios en una
Academia en donde me enseñaron a escribir con los diez
dedos y a regular velocidad y sin embargo; ello no era
suficiente.

    Sabía que además, en este país, era necesario tener vara;
es decir tener algún padrino o alguien que te pudiera recomendar
o ayudar para conseguir un trabajo.

    Exploré en el mundo de la política, apoyando al candidato
presidencial que tenía las mejores perspectivas y que a la
postre ganaría las elecciones, el arquitecto Fernando Belaúnde
Terry.  Pero no hubo puesto ni escritorio alguno porque
los más ayayeros del Presidente coparon todos los trabajos y no
dejaron nada para los demás...

    Tuvo que salir elegido mi tío, primo hermano de mi padre,
como Alcalde de Magdalena del Mar, para que pudiera recién
tener una oportunidad de trabajo.  Claro que empecé de cobrador
a Comisión y cuando por fin me dieron un cargo de Auxiliar
de Oficina, no me proporcionaron un escritorio, sino una
mesa de dibujo.

   En esa mesa de dibujo, empecé a elaborar las planillas, que
no eran ni más ni menos que un libro grande, de esos gigantescos,
como los que aún se pueden ver en la Beneficencia Publica
de Lima.

  Fue recíén cuando pasé a la Oficina de Secretaría cuando
obtuve mi primer escritorio: Era un escritorio de madera, algo
viejo o desgastado y sobre él, una vieja máquina de escribir
"Royal".  El sueño del escritorio había sido cumplido luego de
algunos años de espera.

   Estuve ahí varios años, escribiendo resoluciones de Alcaldía,
memorándums, oficios y otros documentos; lo que no imaginaba
es que el escritorio duraba el tiempo que lo cambiaban a uno de
una dependencia a otra y estuve durante mucho tiempo variando
de lugar y con diferentes escritorios, hasta que al fin se
convencieron que mi lugar ideal era la Secretaría.

   Con posterioridad a ese penúltimo destino de mi desempeño
municipal, decidieron comprar escritorios novísimos cuando
se adquirió el local de la Avenida Brasil, es así que durante
muchos años tuve uno nuevo con sillón reclinable.  Parecía un
gerente.  Por ello me admiró cuando fui a visitar a mi primo,
Ingeniero Petrolero y Gerente de una División importante en
la International Petroleum Company, la entidad privada
americana propietaria de todo el petróleo de los peruanos y
que no pagaba impuestos porque decía que como era propietaria
no tenía ninguna obligación de pagarlos. La empresa comercializa
hasta ahora la marca ESSO, a nivel mundial.

   El escritorio de mi primo era como aquellos viejos escritorios
desechados por la Muncipalidad y yo le dije:¡Cómo es posible
que todo un Gerente de la IPC, tenga un escritorio de inferior
calidad que el mío, siendo yo un simple auxiliar de oficina de
una Municipalidad... Mi primo no atinó a refutar ni a afirmar
nada.  No pasaría mucho tiempo, cuando el Estado se hizo cargo
del petróleo peruano y construyó un edificio nuevo con escritorios
de la mejor calidad en aquella época y que hasta ahora las aves
de rapiña de los privatizadores, ambicionan y recomiendan vender.

    Luego me pasé al Banco de la Nación y regresé a los escritorios
antiguos y posteriormente a la Compañía de Aviación "Faucett"
S.A. donde terminé en un viejo escritorio de madera.  Le puse
una carpeta con vidrio, donde puse fotos y postales.  Lo curioso
es que el escritorio no me servía de mucho, tal vez, para tomar
el cafecito o comer los sánguches que vendía don Panchito, que
era un anciano empleado que se daba el trabajo de traernos
sánguches para entretener el estómago en los breves descansos
de la oficina.

   Y digo que no necesitaba el escritorio mucho porque lo que
hacía era escribir en una tarjeta las salidas del material del
Almacén.  El famosos Kardex que era una bandeja de metal donde
se ponían esas tarjetas y así sabíamos cuánto teníamos de exitencias
del material que se usaba.
 
   Al poco tiempo vino el sistema mecanizado o computadoras
que las pusieron a un costado de la oficina con sus propias bancas
y terminales.  Ya no teníamos que sumar ni restar, ni hacer ningún
cálculo, todo lo hacía el sistema IBM.

  Nuestro escritorio quedó de adorno, como ya dije, para relajarnos
un poco y escuchar los chistes de nuestro amigo Víctor, quien
nos divertía a cada rato contándonos una serie de chascarrillos
que nos hacían reír a cada momento...  Yo una vez me puse unos
trapos en las rodillas a manera de rodilleras y me preguntaron:

  -¿Adónde vas con esas rodilleras?
  Yo les respondí:
  - A hablar con el Gerente.

    Y todos reíamos.  Era el mejor sitio donde pude haber trabajado:
el Almacén de la Compañía de Aviación "Faucett", pero como todo
no dura una eternidad, tuve que renunciar a mi puesto de trabajo,
gracias a algunas leyes desempleadoras de don Alberto Fujimori
y al abandonar dejé para siempre el escritorio.

    Saqué solamente mis efectos personales y no me llevé
absolutamente nada que no fuese mío, ni una regla, ni un engrapador,
ni un lapicero, ni un perforador o tijera.  Todo lo dejé ahí en el
escritorio que estaba dejando.

    Un amigo me contó que alguno de los compañeros de trabajo
decidió conservar algún objeto que tenía mi nombre y que dejé
en el escritorio, porque alguna vez, sería famoso... ¡Qué gracioso
mi amigo y sobre todo que amable de saber que alguien conservaba
una buena imagen mía!
 
    Nunca más volví a tener un escritorio ni a trabajar en ninguna
oficina porque en este país, apenas pierdes el trabajo, terminas como
un apestado, un leproso o alguien con una enfermedad infecto-
contagiosa.  Nadie te da ninguna mano, salvo tu propia familia y
al final te pagan una ínfima pensión como jubilado de la Ley 19990
que no tiene ningún reajuste periódico como debería ser, de acuerdo
al costo de vida.  El Presidente Kuczynski prometió aumentar en sus
primeros 100 días las pensiones de los jubilados de la 19990 y hasta
la fecha no solo no ha aumentado ni un céntimo a dichos ex-trabajadores,
sino que se ha quejado de su propio sueldo, el cual sí aumentará en
los próximos días; mientras tanto los 100 días se vencerán el próximo
mes y yo y muchos jubilados no creeremos en el Presidente de apellido
polaco-judío-alemán.


  San Borja, 22 de octubre del 2016.

EMILIO ULISES ROBLES HORA.

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