jueves, 4 de diciembre de 2014

LOS CONSTRUCTORES Y LA PACHA-MAMA.



 De niño había escuchado hablar de los peones y de
los carreteros.  Lo que se escuchaba decir a los mayores
era algo así como: "tiene lenguaje de carretero" que
traducido a nuestro entender de la época, quería decir:
"tiene un lenguaje vulgar" y era un peón, que sonaba
como: era un hombre de muy pocos estudios y de una
ocupación muy simple.

   El carretero se supone que era el constructor de
carreteras, obrero de construcción civil y el peón era
algo muy similar...

   Por cierto que nadie hubiera querido tener una
ocupación muy simple o estar en lo más bajo de la
pirámide del trabajo y los ingresos.

   Sin embargo. No había conocido antes a los peones
o los carreteros, porque en el mundo que me desempeñaba,
como alumno de una escuela fiscal  al principio, luego en un
colegio particular religioso y con el tiempo en mi trabajo
en una Municipalidad, un Banco y,  una Compañía de
Aviación, no solía verlos ni saber de su trabajo.

   Todos veíamos a los albañiles cuando construían un edificio,
pasándose los ladrillos unos a otros y eso era lo único que
se veía, porque las construcciones siempre estaban cerradas
y sólo de vez en cuando aparecía en la calle, un obrero con
una carretilla, acarreando arena y material de construcción.

  Después de haber ignorado por mucho tiempo aquel mundo,
tuve una gran oportunidad, la cual me fue brindada por una
sobrina arquitecta, quien empezó dándome el encargo de cuidarle
una casa vieja que iba a ser demolida.

  Luego me pidió que le haga guardianía, mientras los obreros
se encargaban de traerse abajo la vieja construcción.

  Por cierto que era una casa tan horrenda, que sentí un
placer inmenso cuando la demolieron por completo.

  Posteriormente vi como un hombre-topo se introducía
por un agujero profundo que habían hecho, para sacar
muestras de varios estratos del terreno.

   Después fui testigo de cómo reforzaban las casas vecinas
para no tener problemas con el edificio que se iba a construir.

   Luego observé como los obreros cargaban las piedras
que extraían del gran sótano, donde iban a vaciar el concreto
para establecer las bases, conjuntamente con los fierros que
le darían estabilidad al edificio.

   Y a todo esto: ¿Cómo actuaban los obreros, aquellos peones
que nunca antes había conocido? Algunos efectivamente
eran quienes cargaban las piedras, la arena y todo el material
de construcción, pero a la vez eran maestros en el conocimiento
de la mezcla exacta para que el edificio se construyera con
una gran solidez, cuando avanzaba el trabajo.

   Eran jóvenes estudiantes, que aspiraban a ser con el tiempo
especialistas en la materia o en alguna otra especialidad que
les pudiera dar un mejor nivel de vida.  Todos eran estudiantes,
muchos de las universidades y otros, de los institutos tecnológicos.

   Iban al trabajo muy bien vestidos, luego se ponían su ropa de
faena y todo el día estaban sumamente entusiasmados en su
labor, la que desempeñaban con energía y muy alegres.  Por
cierto que al utilizar su fuerza muscular, sus cuerpos no necesitaban
de los gimnasios a los que comúnmente concurren quienes tienen
un trabajo intelectual.
   Algunas veces me provocó entrar a ayudar y utilicé la lampa,
aquella que el arquitecto Fernando Belaúnde Terry eligiera como
símbolo de su partido político. Fueron muy pocas veces, pero no
quería sustraerme a experimentar un poco en aquella faena.

    Al final del trabajo, los obreros se bañaban y cambiaban
y salían con sus vestimentas impecables con las que habían
venido a laborar, irían seguramente a sus universidades o institutos
tecnológicos a seguir su preparación para el futuro.

   Me puse a pensar que tal vez hubiera sido preferible en algún
momento, ser un obrero como aquellos amigos que conocí, tal
como lo hizo un tío mío al cual prácticamente describían los demás
familiares como alguien que se volvió un poco loco al trabajar
de peón, siendo un hijo de padres de buena posición económica.

   Llegué a sentir admiración por aquellos constructores que
embellecen las ciudades con su esfuerzo y su dedicación a
las obras.  Luego vi como había muchas especialidades. Unos
eran maestros carpinteros, otros mayoliqueros, algunos se
especializaban en el agua, y por ahí algunos más en la electricidad.

  Una construcción es un mundo complejo.  Ellos se guían por
sus planos, pero tienen que ser exactos para que el edificio sea
perfecto y así lo suelen hacer los maestros especializados en
la materia que cada uno domina.

   Y al final el bello edificio que sus manos construyeron queda
listo para la contemplación y el uso de otros y luego de ese
trabajo, van a una nueva obra y prosiguen haciendo edificaciones
sin fin.

   Tal vez algunos de ellos les cuenten a sus descendientes, yo
construí aquella torre, lo cual es completamente cierto, aunque
con el tiempo aquellos obreros caigan en el anonimato y nunca
más se llegue a saber quienes fueron los artífices de tan bellos
edificios palacios o monumentos.

    Desde el momento en que yo fui un guardián de las obras de
mi sobrina, conocí el bello mundo de la construcción y el valor
de una especialidad que debe ser bien reconocida porque esos
maravillosos obreros nos hacen sentir mejor en una ciudad cada
vez más bella y funcional.
 
    No me queda más que agradecer a mi sobrina por darme
esa brillante oportunidad y saber también que los grandes
constructores, los Incas, rindieron pleitesía a la Pacha-Mama
(Tierra-Madre) porque la tierra, es la única propietaria de todo
lo que se hace bajo o sobre su superficie.

    Los Incas aprendieron a pedirle permiso a la Pacha-Mama
para construir o para utilizar su suelo. Madre-Tierra que es
la única dueña de todo lo que se hace en el Planeta.

   San Borja, 4 de diciembre del 2014.

  EMILIO ULISES ROBLES HORA.

   

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