martes, 18 de septiembre de 2012

EL ABUELITO.

                                               


  La primera vez que lo vi aparecer en el patio de Primaria del Colegio, me pareció un ancianito frágil, vestido con un terno oscuro y de chaleco infaltable.

  Arrugado por los años, de baja estatura, con una sonrisa permanente, los alumnos lo llamaban cariñosamente: "El Abuelito".

En el Colegio había algunos ancianos, llamados coadjutores, esto es, personas especializadas en actividades que los sacerdotes de la Congregación Salesiana, no desempeñaban.
Algo así como laicos comprometidos aunque vivían en las instalaciones del Colegio y ejercían las actividades complementarias necesarias.

  Algunos, como don Francero (llamado don Franchero)  el encargado de elaborar, tanto el vino para la Misa; cuanto, para el consumo de la Congregación, ha dejado una cuantiosa herencia en sus toneles de vino guardados por más de 50 años y que son vendidos actualmente en la Librería Salesiana.

  Don Franchero, un italiano típico, algo gruñón, no permitía que ningún alumno ingresara a sus bodegas, yo lo intenté varias veces y él me sacó a punta de gritos y reniegos.

  Posteriormente, cuando fui exalumno, no sólo me permitió ingresar a sus bodegas, explicándome a grandes rasgos la elaboración de los vinos, sino que terminó invitándome una copa de su excelente vino.

  El Abuelito en cambio, era un viejecito dulce, sonriente y con un juego que nosotros disfrutábamos cuando éramos niños.
Él traía una pelota pequeña de jebe, de esas con las que las mujeres jugaban el jazz y la tiraba lo más lejos posible.   Todos corríamos tras ella para atraparla y quien lo lograba, conseguía de premio, un minúsculo caramelo, que él traía consigo en uno de los bolsillos de su chaleco.

  También solía preguntarnos sobre las palabras en latín, que debíamos aprender para ser acólitos.
  Yo nunca aprendí esas palabras, por lo cual, nunca gané por esa vía el microscópico premio, aunque sí por recoger y entregarle la  diminuta pelota.

  Y ¿ De dónde vino? ¿Quiénes eran sus parientes? ¿Vivía en el Colegio? ¿Era Coadjutor? ¿O un simple
viejito loco, como tantos otros?...

  Preguntas sin responderse, aunque en ese clima de tensión en el cual vivíamos en nuestra etapa escolar (por los contínuos exámenes y los castigos consuetudinarios) era la nota de alegría y ternuna que nos hacía
falta.

  Muchas gracias Abuelito por habernos regalado tan gratos momentos.

La Molina, 18 de setiembre del 2012.

EMILIO ULISES ROBLES HORA.

   

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