domingo, 30 de septiembre de 2012

LA SONRISA Y LOS GRUÑONES.

  Hablando de sonrisas, hace poco vino una vendedora de la sierra, vestida con su típico traje andino y me ofreció una bola de kiwicha, un dulce nuevo para nosotros que vivimos en la Costa.  En vista de las cualidades nutritivas de este grano, hoy importado por los países más desarrollados, y usado en la dieta de los astronautas, le compré dicha bola...
   Cuando traté de comerla, se me cayeron cuatro dientes, de esas fundas que colocan los dentistas para simular dientes...

    Antes de niño, no podía andar sin masticar chicles; hoy, tanto los chicles, cuanto los toffees o cualquier caramelo pegajoso, están desterrados de mi uso, pues si los consumiera, me quedaría sin dientes...

   También recuerdo la vez que fui seleccionado  para hacer el comercial de  "Faucett".
   Se me había caído una de esas dichosas fundas de uno de los dientes centrales.  Para mala suerte, ese día no atendía mi dentista así que me las ingenié para pegar la funda con un chicle...

   Al grabar el comercial y cuando estoy bailando sentado dentro del avión, empiezo a sonreír y me acuerdo en ese momento que se me puede caer el diente y aprieto la sonrisa de inmediato.

  El comercial fue grabado y ahí está en youtube: Dice: Va, Va,Va, "Faucett" va.  Lo he pasado en cámara lenta varias veces para reírme de la ocurrencia de haber concurrido a grabar sin un diente, o pegado con un chicle...

  Entonces, para sonreír no es necesario tener dientes, así sea más bella la sonrisa en que muestras tu dentadura.

  Con dientes o sin ellos, la sonrisa lo ilumina todo...

  Cambiando al tema opuesto: La gruñonería y los gruñones...

  Por línea materna, soy descendiente de italianos.  El segundo apellido de mi madre según todos los indicios es italiano y además, se conservan tradiciones y costumbres propias de ese pueblo tan querido.

   Esa fue la razón por la que mi madre, eligió que yo estudiara en un Colegio fundado por un santo italiano: Giovanni Bosco, comúnmente conocido como Don Bosco.

   Ahí estudié bajo la tutela de sacerdotes de nacionalidad italiana, aunque también habían: checoeslovacos, polacos, alemanes, españoles y de otras nacionalidades europeas.  Ellos me educaron durante siete años de mi vida.  También teníamos profesores peruanos y eran de los más brillantes, tanto que editaban los libros de los cursos que se dictaban en todos los planteles del País.

    El asunto es que en ese Colegio había una gran cantidad de sacerdotes italianos y en casa, mi tía abuela  tenía el apellido de esa nacionalidad.  Por lo tanto me acostumbré a la forma un tanto temperamental de la gente italiana.

    Sobre todo cuando renegaban... Y parece que era algo contínuo...

    Cuando estuve en Roma, un amigo italiano me llevó a su casa y me presentó a sus padres.  Al poco tiempo se suscitó una discusión entre él y su hermano a gritos.  La madre se excusó y me dijo que los disculpara que ellos no estaban peleando.  Yo le respondí que entendía perfectamente.

    En otra ocasión, en Milán al pasar por la Galería Víctor Manuel, vi a varios ancianos que gritaban y parecía que se iban a ir a los golpes.  Mi amiga Teresa me dijo: -Ves a esos viejitos que se están peleando. -Sí, le respondí.  Y Teresa añadió: - En realidad no se están peleando.  Sucede que a las cinco de la tarde usualmente vienen los jubilados a esta galería y se ponen a discutir de política.
   
  Vi en casa a mi familia hablar en voz alta (renegando) muchas veces, luego en el Colegio,  y al final en Italia, así que no me llamó ni me llamará la atención este tipo de actuaciones o gruñonerías.

   Aunque los italianos son sentimentales... Unas veces se ponen acaloradamente a discutir o a renegar, y otras, se conmueven hasta las lágrimas...

   Yo pensé que nadie ganaba a los italianos en renegar, hasta que vi a una señora japonesa, renegando en su idioma y llamándole la atención a su hijo. Él, que era un amable dueño de un Restaurante adonde yo solía ir, me dijo: - Tú no aguantarías.  Y yo le respondí, que sí, pero que la cuadraría*, aún si fuera mi mamá y el japonés me dijo: Tú cuadras a mi mamá, veinte veces y ella sigue renegando y te cuadra veintiún veces...

   Y por último vi a una mujer andina renegando en quechua y nadie la paraba...

   Por lo tanto, la gruñonería, no es privilegio de un grupo de personas, aunque los italianos nos llamen la atención por ser más expresivos...

La Molina, 30 de setiembre del 2012.

EMILIO ULISES ROBLES HORA.

   *Cuadrar: llamar la atención, poner al orden a alguien.    

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