jueves, 15 de septiembre de 2011

ESCUELAS PÚBLICAS PRECARIAS DE ANTES.


ESCUELA FISCAL 267 DE TRUJILLO (PROBABLEMENTE EN EL AÑO 1,953) CON SU PROFESOR DE PRIMARIA , DON ULISES ROBLES VIERA.






Las condiciones de trabajo de los maestros en los años Cincuenta, eran infames. Mis padres eran profesores de primaria en Escuelas Públicas, llamadas Fiscales y esta circunstancia me permitió apreciar tales desventajas.
Mi padre me enseñó a leer y a escribir. Recuerdo con cuanto entusiasmo, él quería que leyera sus artículos periodísticos (escribía una columna titulada: "Elípticas" en el diario "La Industria" de la ciudad de Trujillo-Perú).
Fue no sólo mi primer profesor, sino, también mi primer amigo.
Juntos íbamos diariamente a la escuela fiscal en donde él enseñaba.
Aquella escuela estaba ubicada en un local que más parecía un corral.
El aula donde estudiábamos tenía el piso de tierra y era de adobes, como se aprecia en la foto que ilustra este artículo en donde aparece mi padre con sus alumnos, los más pobres de la ciudad. Como los alumnos iban diariamente sin zapatos, yo me negaba a ponerme los míos para ir a la escuela. Mis padres me obligaban a llevarlos puestos. Entre los descalzos, había excepciones, tres o cinco escolares usaban zapatos, pero la mayoría de los niños no utilizaban el calzado, como se aprecia en la fotografía (aunque pusieron adelante a los que estaban mejor ataviados, para disimular).
Un chinito, de apellido Luzuriaga, era hijo de un comerciante y me obsequió sin canjes un carrito de la Coca-Cola, que se podía adquirir con chapitas marcadas con el premio.
Mi padre enseñaba las materias que le obligaba el programa, pero adicionalmente, tenía la habilidad de contar unos maravillosos cuentos, actuados y eso le encantaba a sus alumnos.
La persona designada por el salón para pedirle que contara los cuentos era el que escribe. ¡Claro, como era el hijo del profesor, éste no se iba a negar a contar un cuento si se lo pedía su vástago!
Los niños eran bulliciosos y alegres, nunca se sentían mal por acudir descalzos a la clase. Probablemente aquellos jóvenes, ahora sean unos prósperos hombres de negocios o profesionales. Nunca más supe de ellos...
Entre canciones, cuentos y enseñanzas de don Ulises, ellos olvidaban las condiciones precarias de sus aulas...
¡Qué diferencia al colegio particular (Salesiano) en el que concluí mis estudios!
En el Colegio religioso en donde estudié posteriormente, las aulas eran de material noble, con las paredes bien pintadas, en donde había cuadros de héroes de la patria e incluso en un salón de clase, existían bustos de dos sacerdotes héroes, que se inmolaron por salvar a sus alumnos en un paseo a un balneario.
El piso de todo el plantel estaba lustroso y limpio todo el tiempo. Los baños, en buen estado y hasta tenía un comedor, donde los sacerdotes daban servicios de cuarto-internado, que era un sistema por medio del cual los alumnos que lo utilizaban, se podían quedar a almorzar y empalmar con las clases de la tarde (antes el horario de las clases, era partido).
Ahora ese mismo Colegio, tiene muchos más adelantos tecnológicos y está a la vanguardia de los colegios de su nivel. Para acceder a él se tiene que dar examen de ingreso y se debe vivir cerca al lugar donde está ubicado el plantel (Breña, un barrio popular de Lima), además los padres de familia deben estar matriculados en una escuela de enseñanza de padres del mismo Colegio.
En aquella época, no había evaluaciones. Mi madre era del tercio superior (Premio de Excelencia de la Normal de San Pedro) y a mi padre, apenas concluyó sus estudios en el externado del Seminario de Santo Toribio, en vista de sus dotes innatas de maestro, se le dio la oportunidad de dictar clases en ese mismo Colegio. Llegó a enseñar Teología. En otras palabras, enseñó a los sacerdotes a serlo. Quien le dio esa oportunidad, fue el Director del Seminario, don Emilio Lisson, quien llegó a ser arzobispo de Lima de aquella época.
Yo siempre he estado en contra de las evaluaciones, desde que trabajaba en una compañía de aviación (Faucett), porque si a uno lo han contratado en una empresa y le han tomado un examen o ha postulado para un cargo, y ha sido contratado o nombrado, es porque seguramente tenía las condiciones que se buscaban y el empleador lo encontró valioso para desempeñar ese puesto. Me parece injusto que pasado un tiempo, ese mismo empleador, diga que le va a tomar una evaluación, porque le parece que ya no le sirve y quiere botarlo.
Y ¿Quién evalúa al evaluador? O es que acaso quien manda no necesita también a su vez, ser evaluado...
Además, me parece que las evaluaciones se prestan a abusos e irregularidades, así como a sobonerías sin nombre...
En cambio soy partidario de la capacitación constante del trabajador por cuenta de la empresa, como era en el tiempo de Velasco en que se obligó a las empresas a tener un área de capacitación o enviar a su personal a estudiar con los gastos pagados por el empleador.
Yo por esa vía pude estudiar un curso integral de Logística en IPAE, que lo pagó la Compañía de Aviación Faucett y ello me sirvió para brindar importantes sugerencias que fueron aplicadas en el área donde trabajé.
En fin si comparáramos las épocas pasadas con las actuales, nos daríamos cuenta que algunas situaciones no han variado mucho y en otras, pareciera ser que han empeorado.
Todavía existen colegios en pésimo estado de conservación en muchos lugares alejados del Perú y hasta ahora no se hace nada por mejorar.


San Borja, 22 de marzo del 2,008.
Reestructurado y nuevamente publicado
el 15 de setiembre del 2,011

EMILIO ULISES ROBLES HORA.

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